martes, 23 de enero de 2018

Laura Maqueda presenta... En camas separadas

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Quiero comenzar dando las gracias a Laura por la gran disposición que tiene siempre y por regalarnos este trocito de Mia y Héctor, los protagonistas de su novela, En camas separadas (Phoebe) que saldrá a la venta el 29 de enero.

Esta historia que trata de la amistad, del amor y de si cruzar la línea merece o no la pena. Con una estructura que a mí me encanta, pues vamos a ir viéndoles desde que era pequeños, pasando por esa separación y cómo es el reencuentro.
Además, hay un guiño muy especial para mí que me emocionó muchísimo! Gracias!!
Y sin más vamos a dejar que Mia nos cuente un poco más, ¿no?...


¡Hola a tod@s! Me llamo Mia y estoy entusiasmada con la idea de que conozcáis mi historia. En realidad me da un poco de vergüenza, pero también espero que paséis un buen rato con lo que Héctor y yo tenemos que contaros. 

Veréis, conozco a Héctor desde… ¿Siempre? Jajaja. No tengo ni un solo recuerdo en el que él no esté presente. Siempre ha sido un chico divertido, atento, tímido y sensible, pero también valiente y atrevido cuando me defendía del resto de compañeros de clase. Y, ¡qué narices! Últimamente es el tío más guapo y atractivo que he visto. El chico perfecto, ¿eh? Sin duda lo es, pero también es mi mejor amigo. Y los amigos no se enamoran, ¿verdad? Ni tampoco sueñan con acostarse el uno con el otro, ¿a qué no? ¡Madre mía! ¡Tengo la cabeza hecha un lío! Y el hecho de que Héctor vaya a vivir una temporada conmigo no me pone las cosas muy fáciles… ¿Qué haríais en mi lugar? Tengo un jefe que está como un queso y con el que espero llegar a tener algo algún día, pero luego llego a casa y tengo a Héctor metido en mi cama… ¡Por Dios y Franklin Delano Roosvelt! ¡Estoy metida en un lío!




Un paseo por El Retiro
—Recuérdame otra vez por qué me has sacado de mi cómodo sofá un sábado por la mañana.
Mia bostezó por tercera vez en menos de dos minutos tras formular su pregunta. Estaba empezando a convertirse en una quejica, pero poco le importaba. Había planeado pasar un fin de semana tranquilo en compañía de su mejor amigo con el que acababa de reencontrarse, pedir una pizza y permanecer despiertos hasta la madrugada mientras se ponían al día de lo que había acontecido durante los cinco años que estuvieron separados.
Sin embargo, Héctor prácticamente la había obligado a vestirse para salir de casa. Después de haber vivido en Japón tanto tiempo necesitaba volver a perderse por su ciudad en compañía de la chica de su vida. Porque sí, Mia era su mejor amiga, pero Héctor también sabía que nunca existiría para él otra mujer como ella.
Le pareció que el parque de El Retiro sería un buen lugar por el que caminar junto a ella, observando a todas esas familias que aprovechaban los fines de semana para salir a jugar con sus hijos y a aquellos que disfrutaban haciendo un poco de ejercicio.
Rodeándole los hombros con un brazo, Héctor acercó a Mia a su costado y contestó:
—¿De verdad quieres saberlo?
Ella lo miró con una de sus bonitas cejas arqueadas. Un mechón de pelo rojo había caído sobre sus ojos y Héctor no pudo resistir el impulso de apartarlo con los dedos, acariciándole la mejilla a su paso.
—Porque estaba considerando hacerme el harakiri si permanecía un segundo más contemplando cómo el escocés de la falda se paseaba delante de mis narices.
—No puedes decirlo en serio.
—Si le veo el culo una vez más empezaré a replantearme mi sexualidad.
Mia soltó una carcajada al escucharlo. Héctor se refería a Jamie Fraser, el protagonista masculino de la serie Outlander por el que Mia estaba absolutamente colada. Prácticamente habían terminado con la primera temporada; Mia se había dejado llevar por el entusiasmo y no podía esperar a que Héctor conociera el desenlace de la primera tanda de la serie. Aunque al parecer, su amigo había tenido más que suficiente del atractivo pelirrojo.
—¡Serás idiota! —lo acusó ella entre risas—. ¿Cómo se te ocurre decir eso de mi Jamie?
Esta vez fue Héctor quien levantó una de sus cejas.
—¿Tu Jamie?
Mia chascó la lengua. Puede que Héctor tuviera razón y ella debiera enamorarse de un hombre de carne y hueso en lugar de hacerlo de un personaje de novela.
—¿Te haría sentir mejor si te digo que tú tampoco estás tan mal?
Él sonrió; sin embargo, Mia observó cómo eludía mirarla directamente y que sus ojos azules se escondían de ella concentrándose en sus pasos. Ahí estaba otra vez su tímido Héctor, se dijo. Decidió provocarlo un poco más, solo porque le encantaba lo guapo que estaba cuando sentía cierta vergüenza.
—La verdad es que estás bastante bueno —comentó, mordiéndose el labio inferior—. Dime, ¿qué te daban de comer en Japón? No te recordaba tan…
—¿Tan qué? —se atrevió a preguntar él.
Mia se agarró de su cintura mientras caminaban, atreviéndose a acariciarlo bajo la camiseta. Cuando sus dedos rozaron la piel del abdomen de Héctor, Mia sintió una descarga recorriéndole el cuerpo y dejó de tocarlo de inmediato.
—Tan… ¿sexy?
Él soltó una carcajada al tiempo que se apartaba unos pasos de ella, como si su contacto lo hubiera quemado.
—Deja de tomarme el pelo. Sé que nunca seré como el tío de la tele pero, ¿qué puedo decir? También tengo mi encanto.
Los dos rompieron a reír, recuperando la camaradería inicial.
Mia estaba a punto de decirle que tampoco era necesario que se le subieran los humos, pero la voz de una chica al otro lazo del Palacio de Cristal la interrumpió.
—¡Cleo! ¿Dónde te has metido?
A medida que se acercaban, vieron que una mujer joven de pelo corto y vestido de flores buscaba a su alrededor.
—¿Crees que se habrá perdido su hija? —preguntó Mia, preocupada.
Antes de que Héctor pudiera decir nada, una perrita de color marrón pasó corriendo entre ellos hasta saltar sobre el regazo de su dueña.
—¡Aquí estás! –exclamó la chica—. ¿Dónde te habías metido?
Al ver cómo la perrita jugueteaba con su dueña, los labios de Mia se curvaron en una sonrisa.
—Bueno, ya sabemos quién era Cleo.
Héctor sonrió y juntos reemprendieron su camino. Transcurrieron unos minutos en completo silencio hasta que Mia decidió subirse a horcajadas sobre la espalda de Héctor, una costumbre que llevaba arrastrando desde que los dos eran unos adolescentes.
—¿Sabes en qué estoy pensando?
Héctor aseguró el peso de ella sujetándole las piernas con las manos.
—Me da miedo preguntarlo. ¡Ay! —se quejó cuando Mia le mordió la oreja—. ¡Joder, Mia! ¿Por qué has hecho eso?
—No te metas conmigo.
Héctor resopló.
—Está bien. ¿En qué estabas pensando?
Ella sonrió, encantada.
—Creo que a lo mejor deberíamos tener un perro. ¿Qué te parece, Héctor? ¿A que sería genial?
Sabiendo que ella no podía verlo, Héctor puso los ojos en blanco. ¡Un perro! Teniendo en cuenta las ridículas dimensiones del apartamento de Mia, probablemente aquella fuera la peor idea del mundo. Sin embargo, mientras Mia parloteaba sobre las ventajas de tener una mascota, Héctor pensó que al menos así dejaría de hablar del tío del kilt.

En menos de una semana Héctor y Mia ya estarán por aquí, ¿quién tiene muchas ganas de conocerlos?

1 comentario:

  1. Hola!!! Tengo muchísimas ganas de leer este libro, y esta entrada las ha aumentado!!! Siento mucha debilidad por las historias de amigos que se enamoran, es que son siempre taaan bonitas *-* Así que deseando leerlo! Un saludo

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