Hola! Hoy, si te apetece, nos vamos a ir hasta Noruega a conocer un poco más a los protagonistas de la nueva novela de Davinia Palacios, Mi vikingo, que saldrá a la venta el próximo día 19, y donde hay viajes en el tiempo y un amor en apariencia imposible pero que de alguna manera se resolverá, porque Ottar y Blanca parecen muy bien avenidos...A ver qué nos cuentan:
—Ottar, estate quieto, que nos están
mirando.
Qué hombre, siempre pensando en lo
mismo…Aunque ahora que él no escucha, yo también.
—¿Quién nos está mirando, pequeña?—pregunta
socarrón.
—Sara y sus lectoras. Ya sabes, aquello que
nos explicó Davinia, de que nos tenemos que presentar para que nos conozcan y
se animen a leer nuestra historia.
—Tu vikingo. —dice Ottar, orgulloso.
—No, tu vikingo, no. Mi vikingo. Creo que
será mejor que te marches un ratito a afilar la espada y dejes que sea yo la
que empiece a explicar, ¿te parece?
—Está bien, pero después quiero ser yo el
que explique algo, que tengan los dos puntos de vista, no solo el tuyo. A veces
eres muy exagerada.
—¡Ottar, fuera!
Me da un beso y sale por la puerta. Ahora ya
puedo explicaros algo sobre él. Sobre nosotros.
¿Sabéis ese momento en el que piensas que tu
vida es de cierta manera y que no es probable que puedas cambiarla? Por lo
menos no de manera muy significativa; algún pequeño cambio pero siempre dentro
de un orden, de una consonancia con todo lo que has hecho y vivido siempre.
Pues yo pensaba eso sobre mi vida, no estaba
muy contenta con algunos aspectos pero tampoco esperaba más.
Y aquella noche fue más. Más multiplicado
por infinito a su enésima potencia.
Mi vida simple, tranquila y monótona, cambió
por completo en un abrir y cerrar de ojos, literalmente.
Aparecí en el tiempo de Ottar, y ya no hubo
marcha atrás.
La primera impresión que tuve de él fue de
un tipo primitivo, animal, salvaje, malhumorado y amenazador, todas las
cualidades que no esperaba en un hombre del cual me enamoraría hasta la médula.
Poco a poco esos defectos se fueron mostrando de otra manera, en sus acciones,
en su forma de protegerme y de actuar conmigo y sus allegados, convirtiéndose
en cualidades que ningún hombre podría igualar.
También me fijé en sus ojos y en su barba,
fue algo que me llamó poderosamente la atención.
Cabe decir que, al igual que en un famoso
programa de reality televisivo, la convivencia magnifica todos los sentimientos
y hace más propicio que surja, primero la pasión y, después, ese otro
sentimiento más fuerte que cualquier obstáculo o dificultad. El amor.
Pero cuando realmente te das cuenta de la
grandeza inmensa de ese amor es cuando te ves privado de él…
—La espada está tan afilada que podría
cortar un diamante.
Entra invadiendo todo el espacio con su gran
cuerpo de guerrero.
—¿Ya estás aquí?—pregunto indignada por el
poco tiempo que he tenido, ahora que venía la parte interesante.
—Sí. Un trato es un trato, ahora me toca a
mí.
—¿Puedo quedarme contigo?
—Nada de eso, pequeña. Puedes ir a hacer lo
que más te plazca.
Pues nada, yo soy Ottar, tengo veintisiete
años y, aunque ella no se lo crea, estoy enamorado hasta las trancas.
Nunca pensé que las runas acertarían con
tanta precisión lo que el destino me tenía preparado.
Al principio yo era reacio, cuando la saqué
de la cascada, inconsciente y herida, tuve claro que sería más una carga que un
gozo.
Al final resultó ser las dos cosas.
Su manera de ser, atrevida, valiente, a
veces hasta un punto peligroso para ella misma, siendo tan pequeña como es…
todavía alucino cuando recuerdo como quiso atacarme con un cuchillo…¡Ay! quién
lo iba a decir, que aquella pequeña mujer, herida y aparentemente inofensiva,
sería tan rápida.
¿Os ha contado que la rescaté, no?
Yo no quería que se quedara en mi casa
demasiado tiempo, estaba acostumbrado a vivir solo, de vez en cuando con la
compañía de Halldora, mi druida, pero nada más. Parecía que estaba habituada a
vivir en las montañas, aunque en algunos pequeños detalles yo notaba que eso no
era así. La observaba a diario y por las noches, mientras ella se debatía entre
la vida y la muerte por las fiebres, la escuchaba hablar en ese idioma suyo. A
día de hoy todavía no sé qué es lo que decía.
—Bueno, creo que ya es suficiente.—Blank ya
está aquí.
—Pero si no les he contado lo más
interesante…
—Mejor así.
Si tenéis ganas de conocer al dedillo y con
todo lujo de detalles nuestra historia, no os perdáis la novela de Davinia, Mi
vikingo.
—Tu vikingo. —dice Ottar.
—Mi vikingo. Tú eres mi vikingo, pero el
libro se titula Mi vikingo.
¿Cómo te quedas? Vaya pareja!! Si este trocito te ha sabido a poco aquí tienes un fragmento del libro, una de las partes del principio, cuando todo es desconcierto, tanto para Blanca como para tí, que lo estás leyendo...
—¿Ya
estás despierta? Ten cuidado o te harás daño en la cabeza.
Me
resistía a abrir los ojos. Otra vez aquel idioma que entendía pero no sabía cuál
era. Ahora lo diferente fue la voz. Esa voz masculina, poderosa, dura y
peligrosa. Habló despacio, seguro de lo que decía y con contundencia.
—¿Entiendes
mi idioma? ¿Mujer? —Se sentó en la cama a mi lado y apretó levemente mis
costillas. El dolor me retorció y mi mano fue directa a su garganta.
—¡Sí! —siseé
y miré la mano que tenía en su cuello, apenas abarcaba la mitad de este. Era el
cuello más ancho y fuerte que había visto jamás. Me asusté de mí misma y empecé
a retirar la mano, cuando él la cogió por la muñeca con fuerza y la miró.
Ese
movimiento pareció pillarlo desprevenido, pero sus facciones no dejaron que
notara nada más.
—Eres
rápida. Pero pequeña. Contéstame cuando te hable. ¿Entendido? —Sus dedos se
clavaban en mi pequeña muñeca, mientras yo asentía sin dejar de mirar sus ojos.
Podría retorcerme el cuello sin ningún esfuerzo y yo seguiría hipnotizada por
sus ojos.
—¿Cómo
te encuentras? Aparte de las costillas, ¿te duele algo más?
—El
hombro derecho, la herida.
Se
acercó a mí y, bajándome parte del vestido para enseñarme la herida, dijo:
—Por
esta no tienes que preocuparte, está curando bien. Debes curarte las de aquí —Colocó
su gran mano, ahora con más cuidado, sobre la zona de mis costillas.
Asentí
de nuevo y cerré los ojos ante el dolor que sentía. Pero ese calor que desprendía
su piel me hacía temblar y me calmaba.
—¿Cuándo
he llegado aquí? —me atreví a preguntar.
—Hace
una semana que te traje. ¿No lo recuerdas?
Varias
opciones pasaron por mi mente pero decidí quedarme con la amnesia. Podía decir
que no recordaba nada por la caída de la cascada, estaba claro que me había
llevado algún golpe en la cabeza.
—No
recuerdo nada más que cuando te vi en la cueva de la cascada —Bajé la mirada
hasta su barba, recordando que deseaba tocarla.
Él se
dio cuenta de ese detalle y quitó su mano de mis costillas para pasársela por
su rubia y larga barba.
Era
guapísimo, peligroso y salvaje, pero sin duda el hombre más guapo que había
visto jamás. También era el más grande y fuerte que había visto. Un vikingo
salvaje en toda regla. Tenía ganas de ponerme de pie solo para saber por dónde
le llegaba. Sus labios seguían siendo una línea firme y dura. Sus ojos azules
se clavaban en los míos en busca de respuestas a preguntas no formuladas. ¿Vería
algo distinto en mí? ¿Se daría cuenta del hecho de que yo no formaba parte de
este sitio ni de sus costumbres? Aunque mi cuerpo parecía actuar con propia
voluntad y favorablemente con lo que se esperaba de él en un sitio como este,
yo no estaba muy segura de pasar desapercibida.
¿Qué me
pasaba? ¿Estaba destinada a llegar a este lugar? Mi mente pensaba en castellano
pero no dudaba cuando debía hablar otro idioma. Nunca antes había hecho defensa
personal ni utilizado ningún tipo de arma pero mi cuerpo reaccionaba como si
eso fuera lo normal para él, de la misma manera que si hubiera pasado horas
entrenando.
—Debes
alimentarte, apenas has tragado algo de caldo. Si no comes, no te curas y en la
cama no me sirves para nada.
Espero que te haya gustado este viaje exprés a tierras nórdicas y te hayas quedado con ganas de conocer más de Ottar, Blanca, el cómo y el por qué. La semana que viene reseña!
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