Hola! En muy poquitos días Marisa Sicilia publica nuevo libro y creo que va a convertirse en una de las historias del año porque promete tener acción, amor, muchos obstáculos que superar y una ambientación espectacular. Se trata de Nadina o la atracción del vacío. Para aumentar un poquito más las ganas de leer hoy tienes aquí el primer capítulo de la novela y luego me dices si no lo has puesto en lo más alto de tu lista. Aquí aparece Mathieu, el protagonista masculino, y puedes ver una de sus grandes pasiones, los deportes de riesgo...
C A P Í T U L O 1
Mathieu interrumpió lo que estaba haciendo: comprobar
que los cierres de la mochila estaban asegurados y no se dejaba nada que más
tarde pudiese echar en falta. Catherine llevaba puesta una de sus camisas y
nada más debajo. Ni siquiera alguno de sus conjuntos de lencería de Agent
Provocateur o La Perla o cualquier otra marca, cuya sola visión desataba en él
los más bajos instintos. Los bajos y todos los demás. Aunque había una
explicación para que Catherine hubiese renunciado a la ropa interior, la que
lució la noche anterior había quedado inservible. No es que lo lamentase y ella
estaba, si cabe, incluso más bella y provocadora así, con la camisa entreabierta
y exhibiéndose sin pudor.
—Sabes que sí —murmuró.
Había tratado de no hacer ruido para no despertarla,
pero no lo había conseguido y ahora la tenía allí, tan cerca que debía recurrir
a toda su capacidad de autocontrol para no comenzar a acariciarla. Tan suave,
tan cálida… Recién levantada, los vestigios del sueño todavía en el rostro, la
melena castaña revuelta y enmarañada, pero que le gustaba aún más que cuando la
llevaba peinada y alisada. Y eso ya era decir mucho. Le encantaba cómo olía su
pelo y, cuando pensaba en el sexo con Catherine, era aquel roce sedoso y
perfumado lo que con más fuerza se le presentaba. Catherine dejaba a su paso un
débil pero identificable rastro de flores que inevitablemente le empujaba a
ceder al deseo de ir tras ella. Por lo común conseguía dominarlo. Estaba en su
naturaleza y, por si no fuera suficiente, se había entrenado para ello: para
evitar las acciones impulsivas.
—Armand llegará en
veinte minutos y los demás nos están esperando en el refugio. No puedo
retrasarme.
—¿Y si somos rápidos?
Se acercó aún más,
apoyó los brazos sobre sus hombros y las manos en su nuca y lo besó sin ninguna
prisa. Sus labios dulces y sus senos apretando contra su camiseta, su vientre
desnudo contra la abotonadura del pantalón tipo cargo que vestía. A eso se le
llamaba poner las cosas difíciles.
No intentó resistir
más. Le abrió la camisa y la cogió por la cintura mientras su boca tomaba una
iniciativa que Catherine no dudó en cederle. Tampoco ella perdió el tiempo.
Apresurada y a bruscos tirones, le arrancó la camiseta.
La levantó a pulso.
Ella enlazó las piernas por detrás de sus caderas. Sus cuerpos estrechamente
unidos. Sabía que aquello le gustaba. También a él. Tras su apariencia formal y
cuidada, Catherine ocultaba un lado más vibrante y exigente. La primera noche
que pasaron juntos, cuando se quedó desnudo ante ella, tuvo la sensación de que
acababa de pasar un examen. La mirada de Catherine decía que no se habría
conformado con menos.
Después de todo era
muy bella, pensó al contemplar su rostro, sus labios llenos y sensuales, en el
momento exacto en el que el placer hizo que los entreabriera húmedos y
apetecibles.
No midió el tiempo.
No conscientemente, no era tan ruin. Pero no pudo ser casualidad que cuando ya
reposaban sobre la cama deshecha, su reloj le avisase de que faltaban solo
cinco minutos para su cita.
Los brazos de
Catherine aún le rodeaban el cuello. Mathieu notó al instante cómo la languidez
desaparecía y se ponía en tensión.
—Vas a irte, ¿no es
así? Vas a hacerlo de todos modos.
De nuevo tuvo una de
esas certezas que a menudo le sobrevenían cuando estaban juntos: la de haber
cometido un error.
Se incorporó, todavía
sin alejarse demasiado.
—Escucha, ¿por qué no
vienes con nosotros? No tienes que quedarte aquí sola.
Lo miró como si le
hubiese pedido que lo acompañase a la luna dando un paseo.
—¿A ascender por un
desnivel vertical de quinientos metros?
—Podrías hacerlo.
Estás en forma. Podrías conseguirlo si te lo propusieras.
Lo dijo de veras. No
lo habría afirmado si no pensara que era cierto. Pero la actitud de Catherine
se tornó a la defensiva. También compartían eso. Los dos tenían un carácter
fuerte.
—No voy a escalar
montañas solo porque tú necesites encontrar a cada momento nuevas ocasiones de
jugarte la vida. Te lo dije desde el principio.
Advirtió el peligro.
Lo mismo que en otros ámbitos, si se arriesgaba, no era porque ignorase las
posibles consecuencias, era porque pensaba que podía mantenerlas bajo control.
No quiso entrar en su
juego. Se centró en lo inmediato.
—También yo te avisé
de que este fin de semana iba a subir el macizo de Sialouze y aun así decidiste
acompañarme.
—¡Son los primeros
días libres que te tomas en seis meses!
El aviso de
mensajería instantánea del móvil puso un punto y aparte nítido y cortante al
reproche.
La frialdad
impermeable que adquirió su expresión hizo que el arrebato de Catherine se
esfumase tan pronto como había aparecido. Bajó el rostro como si diese la
discusión por perdida. Mathieu sabía que entre sus muchas virtudes estaba la
de ser una mujer inteligente. Se arrepintió. Quizá ella tenía razón y estaba
actuando de un modo egoísta. Llevaban ocho meses juntos y ambos eran
conscientes de que se encontraban en un momento delicado. Debían decidir si
realmente estaban dispuestos a intentarlo o arrojaban la toalla.
—Ven conmigo —dijo
suavizando la voz—. Avisaré a los chicos y les diré que no me esperen. No
subiremos a Sialouze. Buscaremos una pared más sencilla. Tú y yo. Solos. Juntos.
Era lo más parecido
que se le ocurría a un acuerdo de paz y era justo para los dos. Le suponía una
renuncia. Los dedos le ardían cuando pensaba en acariciar el muro de roca de
Sialouze. El esfuerzo que requería la ascensión, su cuerpo abrazado a la
piedra, la atracción del vértigo, la inmensidad del vacío. No era fácil de
explicar a quien no lo había vivido. Pero tenían por delante un bonito día de
primavera y estaban en los Alpes, en plena Provenza. Había multitud de
posibilidades, escaladas más asequibles, sendas a través de cañones,
piragüismo…
—¿Qué me dices? ¿Lo
intentamos?
Sus compañeros de
cordada habían iniciado la ruta la víspera. Ellos se quedaron en Avignon,
visitando la fortaleza y paseando por las murallas. Catherine se veía radiante
y él también había disfrutado del día. Alquilaron un coche para llegar a Mont
Ventoux y pasaron la noche en un exclusivo hotel rural que Catherine había
descubierto gracias a una revista de viajes. Las habitaciones estaban pintadas
en alegres colores vivos y el mobiliario había sido escogido con mimo. Había
jarros de lavanda recién cortada en todas las esquinas y un SPA a disposición
de los huéspedes. Estaba dispuesto a renunciar al Sialouze, aunque era la razón
por la que habían ido hasta allí. Pero ni siquiera por Catherine y toda su
perfecta y deslumbrante belleza, se quedaría encerrado entre las cuatro paredes
del hotel los únicos días auténticamente libres de los que podría disfrutar en
meses, como muy bien había señalado ella. Por mucho encanto que tuvieran.
Catherine alzó el
rostro y respondió:
—No se trata de eso.
El aviso de mensaje
volvió a repetirse. No le gustó cómo sonó, no el mensaje, sino el tono de
Catherine. Recogió su camiseta del suelo y se la puso. Ella continuaba en la
cama con solo la camisa, pero también comenzó a buscar su ropa interior en el
cajón de una de las mesillas.
Había una butaca
junto a la cama. Mathieu se sentó. Los codos apoyados en los muslos y los dedos
pinzando el puente entre las cejas. Lo hacía a veces, cuando necesitaba
descargar la tensión. Fue solo un segundo, enseguida se soltó y la miró a los
ojos.
—Entonces, ¿qué es?
—No puedo seguir
adelante de este modo. Creí que podría, que podríamos, pero me equivoqué.
A pesar de sus
imprevisibles y en apariencia espontáneos arranques de pasión, en el fondo
siempre tuvo el convencimiento de que era fría. No se le ocultaba que todos
sus pasos eran medidos, que no dejaba nada al azar. No si podía evitarlo. No
lo había considerado un factor irresoluble. En cierto sentido, también él era
así y por eso había creído que podrían encajar.
No solo Catherine se
había equivocado.
Sus ojos brillaban.
Nunca la había visto llorar. El móvil volvió a pitar. Los dos habían perdido,
pero al menos en ese punto, sería ella quien se saliese con la suya.
Le quitó el sonido,
pero antes de dejarlo sobre la cómoda y hacerle a Catherine la pregunta que
estaba aguardando, tecleó un breve mensaje.
Subid sin mí.
Te recuerdo que la novela se pone a la venta en digital el próximo 25 de abril y en papel el 2 de mayo. Aquí están la sinopsis y el booktráiler, que es alucinante!!
"Mathieu Girard es agente de los Grupos de Intervención de la
Gendarmería Nacional, una unidad de élite francesa. Le gusta su trabajo y
siente cierta atracción por el riesgo, que se empeña en negar y le
causa problemas a la hora de mantener relaciones estables.
Es
responsable y reflexivo y su situación afectiva no es su prioridad. En
París y en situación de alerta máxima ante la amenaza de ataques
terroristas, Mathieu deberá vigilar de cerca a Dmitry Zaitsev, un
empresario ruso involucrado en negocios
turbios que asegura que puede evitar que una letal partida de armas
llegue a manos de los extremistas. Y también conocerá a Nadina.
Todas las señales le advierten de que no debe acercarse a ella, pero, cuando amas el peligro, eso no debería importar."
Pinta bien... pinta muy bien
ResponderEliminarQue buena pinta tiene.
ResponderEliminarSaludos
Yo ni la sinopsis leo. No quiero saber ni de que va! Marisa es una apuesta segurisima. Ya lo tengo en mi poder asi que en breve comentaré
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