¡Hola! Soy Susanna y vengo a presentaros Aquel
último verano, la historia de Alex y Priscila. No sabía muy bien cómo enfocar
esta presentación, mi cabeza es un poco caos últimamente, así que he dejado que
lo hagan ellos: los hermanos de Priscila, que son cuatro y muy habladores,
jeje. Esto no es un extracto del libro, es una escena nueva que me acabo de
inventar. ¡Espero que la disfrutéis!
Los cuatro hermanos Cabana —River, Marcos, Hugo y
Adrián, de mayor a menor— se encontraban dándose un baño en la piscina de la
urbanización de sus padres, jugando como niños a pesar de palpar casi todos la
treintena (algunos ya la habían dejado atrás), cuando escucharon el sonido
inconfundible y discotequero del teléfono de uno de ellos, el de Adrián, la
melodía lo delataba:
You're so sexy,
sexy, sexy.
I need your love,
I need no hesitation.
Adrián salió del agua a ritmo ceremonioso, no
existía nada en el mundo que fuera capaz de intimidar o meterle prisa al
muchacho, y rebuscó el teléfono entre las prendas de ropa tiradas en una de las
hamacas amarillas que decoraban el recinto.
—Tíos, es Pris —les dijo a sus hermanos en cuanto
vio su nombre en la pantalla del teléfono.
—¡Pues coge! —gritó Marcos—. Al final va a colgar.
Qué pánfilo es el tío —masculló hacia River y Hugo.
—¡Pris! —la saludó Adrián con entusiasmo. Adoraba
a su hermana como pocas cosas en la vida.
—Hola, Adri. ¿Adivina? —Adrián fue a decir
algo, pero su hermana no se lo permitió. No dejó de hablar, como de costumbre—.
Ya estoy en el aeropuerto.
Los otros tres hermanos Cabana habían salido del
agua y acababan de unirse a Adrián. Todos empapados y dejando un reguero de
agua a su paso en las baldosas que rodeaban la piscina.
—Pon el altavoz —le dijo River a Adrián.
—Pongo al altavoz —farfulló el chico al teléfono,
había un claro mensaje velado tras su tono de voz hacia su hermana: «Luego te
llamo y hablamos tú y yo más tranquilos».
—¡Hola, Pris! —vociferaron entonces River, Marcos
y Hugo. Marcos, a continuación, le arrebató a su hermano el teléfono de las
manos y se dirigió a una de las mesas de jardín que había en el lugar. Se sentó
en una de las sillas mientras sus hermanos lo seguían. Adrián rodando los ojos.
Qué manía tenía Marcos de acapararlo siempre todo.
—¡Chicos! —Se escuchaba a la pequeña de los Cabana a través del altavoz—. Que
dentro de un par de horas me subo a un avión hacia allí. ¡Regreso a casa!
—Estamos deseando verte, Pris —le dijo Hugo, el formal,
aunque en el pasado fue un insensato más, como el resto de sus hermanos—. Papá
y mamá te están preparando una bienvenida al estilo Cabana.
—No veo el momento de llegar.
—Espero
que hayas metido en la maleta ropa ligera, hace un calor que flipas. Esto no es
Boston —indicó Marcos.
—Marcos, Pris ha vivido aquí toda su vida, sabe el
calor que hace en pleno mes de junio —le dijo River a Marcos.
—Oye, solo se lo digo por si acaso. La niña se ha
vuelto muy Bostiana.
—Bostiana no existe. Es Bostoniana —lo corrigió
Hugo.
—Ya lo sé, capullo.
Adrián volvió a rodar los ojos y levantó la cabeza
hacia el cielo. Y en esto que vio a alguien que entraba en el recinto de la
piscina. Alguien que para él no era muy bienvenido: Alex. El vecino de la casa
de enfrente. Le dio una patada en la pierna a Marcos y le indicó con los ojos
que mirara hacia la entrada, por nada del mundo quería darle un disgusto a su
hermana. Era mejor que se enfrentara a Alex cuando llegara el momento.
Marcos, que a punto estuvo de soltarle un palabra
malsonante a su hermano pequeño por el golpetazo que le había asestado,
entendió el problema enseguida, lo hizo en cuanto vio a su cuñado acercarse. Se
despidió de Priscila sin darle opción ni a ella ni al resto de sus hermanos a
que se despidieran.
—Pris, te cuelgo, está empezando a llover. ¡Nos
vemos en unas horas! ¡Te queremos! Adiós.
—¿Llover? Pero si ahí no llueve nunc…
Colgó.
—Pero ¿qué haces? —le dijo River.
—Hola, Marc. Hola, tíos.
Los dos hermanos Cabana, River y Hugo, que no habían
entendido el movimiento repentino de Marcos, lo captaron al momento. Vale.
Alex.
—Hola, Alex —lo saludó Hugo.
—Hombre, ¿qué te trae por aquí? —preguntó Adrián
con desdén. Las relaciones con su cuñado no eran demasiado buenas.
—¿Te importa? —le contestó el otro con el mismo
desdén, sentándose en la silla vacía junto a Marcos.
—Pues sí. Estábamos hablando con mi hermana y nos
has interrumpido.
Alex agrandó los ojos y se tensó al momento. A
Adrián lo mismo le daba la reacción de su cuñado, con él no tenía que andarse
con pies de plomo con el asunto, puesto que le importaban una mierda sus
sentimientos. Si es que los tenía.
—Joder, Adrián —se quejó Marcos tras un resoplido.
—¿Qué? ¿No sabe el cuñadito que Priscila regresa
al pueblo?
—El cuñadito lo sabe —expresó Alex con una mezcla
entre altanería y desinterés.
—Pues eso.
—Vale —terció Hugo—, no vamos a empezar una
discusión ahora. Intentad dominar vuestros impulsos, por favor. Marcos, ¿Cómo
van los preparativos de la boda?
Hugo intentaba por todos los medios que Alex y
Adrián no discutieran más, no se llevaban nada bien. Pensó que la inminente
boda de su hermano, y motivo por el que Priscila regresaba al pueblo, era un
tema seguro.
—No me hables de la boda —le dijo Marcos,
agobiado—. No me puedo creer que ya esté tan cerca.
River sonrió a causa de los nervios de su hermano.
—Tranquilo, Marcos, va a salir todo de puta madre
—le aseguró.
—Claro —terció Adrián—, porque las bodas en esta
familia siempre salen de puta madre.
—¿Tengo que sentirme aludido? —inquirió Alex,
adelantándose a la réplica que estaba a punto de soltar.
—Tú sabrás —contestó el muchacho.
—Adrián —lo advirtió Marcos.
—Todo esto lo empezó él —respondió Adrián, mirando
a su cuñado con mala cara.
—¿Perdona? —le contestó el otro.
—Si no te hubieras mudado a la casa de enfrente,
nada de esto habría pasado. Mi hermana seguiría en el pueblo y no tendría que
regresar del otro lado del charco.
—Me mude hace como mil años, de hecho, tú aún te
meabas en la cama.
—No me meaba en la cama.
—Y tu hermana se fue porque…
—Sé perfectamente por qué se marchó mi hermana —lo
interrumpió—. Mejor que tú.
—Mira, eso no te lo voy a negar.
—De puta madre, pues yo me piro —informó Adrián a
sus hermanos a la vez que se levantaba de la silla—, voy a llamar a Priscila.
—Acabas de hablar con ella —le dijo Marcos.
—Chúpame un cojón —respondió el otro.
—Yo también me voy —dijo Hugo—, tengo que volver
al trabajo.
—Y yo —añadió River.
Los tres hermanos se marcharon. Adrián lo hizo sin
más. Cogió su ropa y se dirigió a la salida. River le dio una palmadita en la
espalda a su cuñado antes de seguir al pequeño de los Cabana y Hugo le dio un
apretón en el hombro.
—Luego hablamos, Alex —le dijo.
—Por cierto. ¡En algún momento tendréis que
decirle a vuestra hermana que sois superamiguitos del vecino de las pelotas!
—gritó Adrián a sus hermanos desde la distancia—. Creedme, no tiene ni idea.
No hubo réplica, los Cabana desaparecieron por la
puerta y Alex y Marcos se quedaron solos.
—Hola —le dijo entonces Marcos con afecto a Alex.
—Joder, Marc —respondió Alex, revolviéndose el
pelo con las manos.
—¿Estás preparado? Mi hermana está a punto de
llegar.
—No lo sé —dijo, levantando la mirada.
—¿Y eso qué significa?
—¿Qué crees que significa, Marc?
Marcos resopló.
—Que no estás preparado para su regreso. O que
estás demasiado preparado. No lo tengo claro.
—Creo que este va a ser un verano movidito.
—Sí, yo también lo presiento.
—Tío, tu hermana regresa al pueblo. Después de
cuatro años, tu hermana regresa al pueblo.
Marcos miró a su cuñado y le dio un breve apretón
en el hombro, al igual que había hecho Hugo minutos antes.
—Lo sé. Y yo estaré ahí para lo que necesites.
Siempre.
—Lo sé. Tu hermana va a arder en cólera cuando se
entere de que somos amigos.
—Sí. Y hazme un favor. No se lo escupas a la cara
en cuanto encuentres la mínima ocasión. Deja que se lo diga yo.
—No prometo nada.
—Joder, menudo verano nos espera.