Hola! Noviembre viene cargado de novedades bonitas y las presentaciones en el blog comienzan con la nueva historia de Andrea Longarela, Neïra, Siete citas para Valentina, una novela romántica contemporánea que podremos leer en digital a partir de5 de noviembre y que, esperemos, pronto esté disponible en papel porque seguro que es una historia tan especial como todas las de la autora.
Aquí Neïra nos va a contar algunas cositas del proceso, los inicios de Valentina y un fragmento, creo, de lo más revelador que solo hacen que me entren más ganas de que llegue la fecha y pasar junto a la protagonista todo lo que le espera.
El principio…
Valentina fue una sorpresa. Hay proyectos que se cuecen a fuego lento, que te acompañan meses, o incluso años, y otros que aparecen de forma inesperada y se convierten en el centro de tu vida durante un tiempo. Con esta historia me sucedió lo segundo.
Como a todos, 2020 me estaba influyendo a nivel profesional. Por determinadas circunstancias, mi calendario se había quedado un poco vacío. Tenía mil planes y, de repente, solo iba a publicar #historiadeDaniela, lo que significaba que para aquellas lectoras que ya conocieran la bilogía no iba a sacar nada inédito. Eso me agobiaba. Por otra parte, tenía proyectos a medias que no me veía con fuerzas para terminar e ideas nuevas para las que aún no había llegado su momento.
No sabía qué hacer. Fue entonces cuando Valentina me susurró al oído que tenía algo que contarme. Así de simple. Mes y medio después había terminado una novela, mi editora estaba encantada con ella y teníamos una fecha de publicación.
Mi 2020 daba un giro inesperado de lo más bonito.
El proceso…
No todos los proyectos son iguales. Y menos mal. Algunos son intensos a nivel emocional, quizá demasiado. Otros suponen un reto. Y luego están los que te rescatan en un momento dado y te ofrecen simple diversión, con los que consiguen olvidarte del todo y solo te dejas llevar entre letras.
Siete citas para Valentina me regaló eso. Necesitaba desconectar, no pensar demasiado y acordarme de cuando escribía sin presión (esa que, la mayoría de las veces, me autoimpongo).
Con ella disfruté, me reí, suspiré y me reconcilié con una parte de mí misma.
La trama…
Valentina y Pablo han roto. Pablo se va a casar con Adela. Valentina ha confirmado su asistencia con su nuevo novio. ¿El problema? Que no existe ningún novio, así que Diego se ofrece a buscarle un acompañante…
Podría ser algo fácil, pero no lo es.
Porque, cuando Diego está cerca, Valentina tiene miedo.
Valentina tiene dudas.
Valentina recuerda que comparten un secreto.
Una escena…
«—Adela huele a putas flores.
Su carcajada no ayuda a mitigar la amarga sensación que me acompaña desde que he entrado en la fiesta. Estoy convencida de que, si suelto todo lo que me bulle por dentro, me aliviaré y dormiré mejor. Así que lo hago. Recuerdo a Adela, su rostro de ser mágico y su cuerpo elástico de superheroína. Su simpatía, su amabilidad, el cariño que me tiene y el amor que desprende por todos aquellos que forman parte de su vida. Es un ángel.
—Huele a tumbarse en un campo de tulipanes, con el sol dándote en la cara y la brisa primaveral acariciándote con suavidad. Huele a primavera, Diego. Y no debería molestarme, pero lo hace.
—Tengo alergia a las flores.
Me río ante su manera de decirme que está de mi lado. Porque lo está. Siempre lo ha estado. Así que hago algo que hace demasiado tiempo que deseo pero que nunca me he atrevido. Porque estaba prohibido; porque Diego y yo, hasta hace muy poco, no nos tocábamos. Diego y yo teníamos ciertas normas que ya no tienen sentido. Entrelazo mi brazo con el suyo y apoyo la cabeza en su hombro. Por un segundo, cierro los ojos con fuerza. Pequeñas burbujas bailan en mi estómago. Mi aliento se queda atrapado en la base de mi garganta.
Es bonito, y dulce, y me consuela como pocas cosas lo hacen.
Diego se tensa. Sus dudas son visibles; sus muros, alzados. Hasta que se da cuenta, al igual que yo, de que ya nada de eso importa demasiado. Entonces respira con fuerza entre mis mechones y me hace cosquillas.
—Tú hueles a otoño.
—¿A lluvia y a tristeza?
Siento su sonrisa sin verla. Está casi pegada a mi pelo y la desdibuja solo para susurrarme unas palabras que me provocan un cosquilleo de emoción en las tripas.
—No, hueles a remolinos de hojas. A saltar charcos. A esconderte bajo una manta en el sofá mientras diluvia fuera. A la nostalgia sana de quien echa de menos algo que aún tiene. A calabaza.
—Me encanta la calabaza —digo con un hilillo de voz.
Estamos en julio, hace calor y huele a verano, pero dentro de mí siento la calidez de un otoño que se convierte al momento en mi estación favorita.
—A mí también, Valentina.»
Una imagen…
Una frase…
«Porque los detalles importan. Siempre importan.»
¿Qué os ha parecido? ¿Ya habíais leído a la autora? De aquí a la luna, ¿cuántas ganas tenéis de adentraros en esta historia? Contadme!
No hay comentarios:
Publicar un comentario