Autores: Carsten Henn
Género: narrativa contemporánea
Editorial: Maeva
Este libro es precioso, simple y llanamente. Si te gustan los libros que hablan de libros y cuyos personajes aman la palabra escrita, este libro te conquistará. Por la estética y lo que leí de la sinopsis esperaba encontrar un cuento para adultos y es justo eso lo que ha sido para mí, una narración cuidada plagada de personajes llenos de matices que vas conociendo con el paso de las hojas, a los que tomas cariño, que te alegras cuando les pasan cosas buenas y te apenas en caso contrario. Todo un feel-good imprescindible en la biblioteca de cualquier persona bibliófila.
A pesar de esta frase, sí creo firmemente que este libro gustará a todo el mundo porque en la heterogeneidad de sus personajes cada uno encontrará aquel afin con el que engancharse a la historia. Quiero comenzar hablándote del protagonista, Carl Kollhoff, un librero que que está mucho más cerca de la retirada que del comienzo de su carrera; es un hombre más bien solitario, que
no tiene familia propia y que es feliz leyendo y releyendo libros que
han significado algo para él. Su antiguo jefe ha traspasado el negocio a su hija y las cosas han cambiado mucho, pero él sigue haciendo su ronda por la ciudad llevando los libros que encargan los clientes.
Cierto es que no es un servicio que use mucho gente, pero quien lo hace es muy fiel y hace sus encargos regulares. Así, Carl va cada tarde a la librería a envolver los libros que tiene que repartir en su ronda y presenta así a cada personaje a quien ha puesto un nombre literario, desde un señor Darcy hasta la señora Calzaslargas. Todo un crisol de personajes, desde la mujer que vive atemorizada en vida hasta un lector en un fábrica de puros pasando por una monja al borde del desahucio. Paseos vespertinos cargados de momentos especiales, de cotidianeidad, pero también de imprevistos porque pequeños cambios hacen que las dinámicas, tanto tiempo inalterables, cambien radicalmente.
El elemento que comienza a tambalear el ordenado y previsible mundo de Carl es Sasha, una niña que se presenta ante él en la plaza por la que pasa cada día para acompañarlo en su camino, que no sabe de qué se trata hasta que va con él porque para ella solo era un hombre que siempre veía desde su ventana pero que le generaba curiosidad. La mirada inocente, fresca y aventurera de Sasha da una nueva perspectiva a Carl, de su propia vida y de la de sus clientes, porque ella no se limita a solo dejar el libro que han pedido, va más allá y propone algunos cambios porque percibe que lo que piden y lo que necesitan difiere.
A Sasha hay que conocerla "en persona". Poco quiero revelarte de ella, solo decirte que me ha arrancado carcajadas y he querido abrazarla en muchas ocasiones. Una niña que sufre, cuya comunicación con su padre pende de un hilo y que solo quiere que la escuchen y que la valoren por quién es. Un corazón de oro y audaz que no tiene miedo de emprender empresas imposibles.
Pero Carl tiene que enfrentarse a muchos más cambios porque no solo su ronda se ve alterada por Sasha, a quien al principio no quiere dejar que vaya con él y poco a poco coge cariño, es que su propio trabajo está en riesgo. Verás la de sobresaltos buenos, y también malos, tienes a lo largo de la novela, una montaña rusa de emociones, si bien no vetiginosas, de las que te hacen contener el aliento y hasta soltar una lagrimilla.
Una vida puede empezar a cambiar de muchas maneras, teniendo la propia voluntad, pero también dejñandose ayudar cuando corresponde y prestando la ayuda a quien la necesita. Libros que ayudan a personas y personas que se ayudan entre ellas. La vida fluyendo a través de la tinta, haciendo muy reales a este singular grupo del que, te aseguro, te acordarás durante mucho tiempo.