Autores: Tessa Bailey
Género: romántica contemporánea
Editorial: Titania
Sinopsis:
Bethany Castle es una mujer organizada y perfeccionista. Por eso, las casas que decora para el negocio inmobiliario de su familia son las más codiciadas de la ciudad. ¿Lo único que no es perfecto? Su historial amoroso. Ha dejado de tener citas y, después de ayudar a sus amigas a lograr sus sueños, Bethany por fin tiene tiempo para centrarse en cumplir el suyo: llevar ella sola la reforma completa de una casa. Aunque su hermano mayor, que dirige la empresa, se niega a tomarla en serio.
Cuando un productor de televisión se entera de la rivalidad entre los hermanos Castle, los invita a participar en un programa para ver quién puede hacer la mejor reforma. Bethany quiere ganar por méritos propios, pero necesita un equipo, y el único miembro dispuesto a cambiarse de bando es Wes Daniels, el chico nuevo de la ciudad. El primer día, su acento tejano y su atractivo rostro la sacaron de quicio, y lo último que Bethany necesita ahora mismo es un vaquero arrogante en su camino.
A medida que la competencia por la reforma se intensifica, Wes y Bethany se ven obligados a trabajar muy unidos. Y entre comentarios sarcásticos y bromas, las chispas entre ellos no tardan en saltar. Pero la vida perfectamente estructurada de Bethany está a un beso de esfumarse... y sabe que enamorarse de un tipo como Wes sería un auténtico desastre.
Final de trilogía con, posiblemente, los personajes que parecían más seguros de sí mismos y han resultado ser todo lo contrario. En medio de un programa de reformas de la tele, la relación de Wes y Bethany va cambiando de rumbo y la única solución es dejar ver sus debilidades, aunque sientan miedo, porque la alternativa hará que ambos pierdan mucho en muchos sentidos.
Bethany es la mediana de los hermanos Castle, siempre segura de sí, siempre perfecta, siempre meticulosa, pero desde el primer libro has podido ver que había pequeñas grietas por las que dejaba entrever que la perfección no le salía natural, si no que era a costa de pensar y planificar mil veces las cosas y preocuparse hasta por el detalle más ínfimo que solo ella podía ver. Con la fundación de la Liga de las Mujeres Extraordinarias, ha estado al lado de muchas de sus amigas y vecinas, y lo que tenía que ser un espacio de liberación y ser una misma, se ha convertido en otra fuente de preocupación porque no terminaba de abrirse a nadie y continuaba escondida tras esa coraza de perfección y frialdad.
Cuando planta cara a su hermano y decide que reformará ella una casa, no solo la decorará, se da cuenta de dónde se mete porque no tiene, ni de lejos, los conocimientos necesarios. Y ahí entra Wes, el chico que llegó a Port Jefferson para cuidar de su sobrina y que le produce unos calores sospechosos que hacen que se plantee poner fin a su paréntesis con los hombres tras haber fracasado en todas sus relaciones anteriores. Sin dudar ni un momento, Wes se ofrece voluntario para ser el capataz en su obra y el tener que pasar interminables horas juntos es más bien un premio añadido.
La vida de Wes cambió tras la llamada de su hermanastra. Su vida, hasta ese momento, era sencilla, sin ataduras, pero también sin raíces porque crecer en casas de acogida le enseñó que nada era permanente. Su hermanastra le pide que cuide a su hija porque necesita un tiempo para ubicarse y sin pensarlo mucho deja su vida de soltero y los rodeos tejanos y va a cuidar de la pequeña, encontrándose por el camino a la mujer por la que se plantearía quedarse en un lugar.
La psicología de ambos protagonistas te lleva a cogerles mucho cariño porque ambos sufren pero no lo exteriorizan. Ambos son para el otro un ancla y una válvula de escape para sus miedos e inseguridades, y al estrés del programa de reformas en el que se ven metidos por sorpresa, se añade la preocupación por si la madre de la pequeña Laura regresa antes de estar bien y la aleja de ellos. Los protagonistas de los libros anteriores tienen algún pequeño cameo, pero, como viene siendo habitual en las historias de la autora, la mayoría de escenas son con los protagonistas, como mucho diálogo y muy gamberras cuando toca. Alterna esa ligereza con esa profundidad de esos miedos arraigados que equilibra muy bien el ritmo.
De estos tres chicos de las reformas, Wes es el que más me ha gustado. Siendo el más joven, puede que haya sido el que más ha sufrido a lo largo de su vida, el que más solo ha estado, pero eso no se ha traducido en un adulto insensible y amargado. Antepone a su sobrina a todo y tiene una especial sensibilidad para ayudar a Bethany a que ella misma avance en la dirección que necesita. Por otro lado, Bethany, pasa de estar discutiendo y mirando con fría indiferencia a aprender a dejarse llevar y a verse como es en realidad, alguien que hace cosas bien y mal como cualquiera.
Un final de película, por cierto, y un epílogo enternecedor cierran una trilogía fresca ambientada en un pueblecito pequeño donde ha sido fundamental la sororidad, el apoyo de los vecinos, la superación personal, el perseguir los sueños y, por el camino, subir la temperatura como solo consigue Tessa Bailey con mucha tensión y picardía.